Abril de 1984 recién desflorada, henchida de amor, en los brazos de mi primer conejillo blanco, entre hoteles, tierra de nadie y caobos, sórdida, voluptuosa, blanca, glacial, rizos al viento zarcillos tribales y falda de gitana lista para el amor, expresión herreraluqueana de hembra violada y plácidamente dormida, con cuerpo de "esta muchacha es demasiado rabocaliente y hay que casarla rápido".
Recién terminadas las materias, lista para graduarme en el redil, deambulante, sutil, desmayada, con la plaza de los museos muda e insigne, entre lecturas de tarot amparadas por los arboles, te descubrí, en el museo... ni me acuerdo que expusiste, recién me recuperaba de una experiencia instantánea del tercer tipo con un gnóstico, quien me importunó apenas unos instantes antes de verte, repitiéndome que si había conocido varón, pero que salió huyendo tan pronto lo espanté mostrándole las cartas del tarot, como si en ellas se encontrase oculta alguna maldición que sólo él y yo pudiésemos ver. Luego de la huida de aquel señor solo vi tu rostro... y se enseñorearon en mi mente y en mi sexo un cuchillo, unos labios pintarrajeados de forma única, un botón, delicioso, fino, de piel perfecta, en un rostro de frente amplia, en blanco y negro... la mejor luz, el blanco y negro. Se presentó con vestimenta impecable, y mientras me desfloraba un ginecólogo con su fórceps, para mi primer encuentro con el frío metal obligatorio anual, me preguntaba: por qué sobre mí sólo están esas frías manos, mientras yo estoy aquí deseando que estén las otras, las tuyas, tu rostro, el del museo. Me pareció gracioso, el médico tenía tu mismo nombre, y me conformé entonces con que fuera tu tocayo, porque sí, o simplemente para no olvidar tu nombre.
Caigo en un ciclo de trabajo, callejón del golpe de cuchillo. Transcurrir del tiempo, espacios sin cobrar, tiempo que perdí, que me hicieron olvidar seguirte, no me lo reclamo, porque muchas veces el tiempo transcurre a quemarropa, como cuando se viaja dentro de un tunel y sin luz, y pasa mientras deambulamos, esperando el amor... y yo me pregunto si existira, mientras paseo, divago, saltimbanqueando entre copas, entre besos, entre lenguas que no son las que creí conocer, entre alucinógenos, reales y ficticios, entre golpes, desengaños, violencia, terapias, retiros, matrimonios, abandonos… y sin encontrARTE… lo recuerdo aun… marzo de...
Por causalidad luego de muchos años luego de muchas luchas luego de mucho divagar, de buscar mi centro, de recoger jirones de mí, de en vano zurcir mis deseos, luego de dos años de virginidad forzada, sumida en un miedo paralizante de volver a amar, simplemente por un error de código, no sé, uy la guanina, citocina, adenina, etc, etc, etc… ocurre… simplemente , naturalmente, azarosamente, nos encontramos y te descubro, aprendido, con las sienes plateadas, con tu disfraz de ratón azul (o rosado, ya ni se, el que siempre llevas) con tus maletas atornilladas al piso, con tu misma boca sin pintar pero igual de deliciosa, tus ojos diminutos y ardientes diseccionando la realidad ,con tu caja negra enviado códigos erotizantes que me hacen casi chocar en el sendero por donde me venía para encontrARTE.
Y termina la larga espera, y renace la propuesta, la ensoñación y el miedo solapado lleno de atavismos morales que me hacen casi flaquear, pero el deseo de de besar esos labios es más fuerte que la genética, y aunque han pasado tantos años, Mendel sigue sin equivocarse: los caracteres se transmiten, y allí en medio de la ansiedad, me volviste a romper, limpia, sutil, teatral y dinámica, y regresa el bianual ayuno de miedo ancestral. Y el tiempo que se detuvo en un museo regresó, y me fui con la boca oliendo a ti, con mi sexo sin sangre, relajado, henchido, con la piel radiante con los pezones turgentes y rosados , esperando, esperando.... cuándo... cuándo...? esperando, como si de nuevo fuera Abril del 84....
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